Un hombre vestido como capitán de vuelo entra a la habitación. Mamá tensa todo el cuerpo, no suelta mi mano, aprieta la
punta de mis dedos con urgencia y besa mi cabello con un susurro.
-Sara, recuerda lo que Mamá
habló contigo en la mañana, todo va a estar bien cielo.
Se sienta frente
a Mamá, la estudia, vigila sus movimientos, medita en los rizos oscuros que rebotan sobre su cabeza. Una mesa
blanca muy larga los separa, el hombre deja caer los documentos de nuestro
viaje.
- ¿Señora Vanessa Salazar
Rojas, vuelo 984 por EgyptAir desde la Ciudad de México?
-¡Sí!- contesta enojada –¡Y francamente no entiendo por qué nos arrastraron a este lugar!, ¡Aunque no
entiendan nuestro idioma bajo ningún concepto se retiene a un par de
personas contra su voluntad sin explicación alguna!, ¡Mi esposo nos espera en la terminal 3 para ir al funeral de su madre en Al Majar, no podemos perder
más tiempo aquí!
La voz de Mamá tiembla,
pero su cuerpo permanece como una roca, ni siquiera levanta la mano más allá de la
altura del escritorio. El hombre acomoda su corbata, habla sin apartar su mirada.
-Permitame explicar su
situación señora Salazar, fue encontrada en posesión de treinta tabletas de biktarvy, escondidas en un frasco de enalapril,
¿Éstos antirretrovirales le
pertenecen a usted?
-Sí, así es, ¿cuál es el
problema? – El hombre, frio, contesta mientras juega con su pluma.
-El problema señora, es
que en Egipto no se permite la permanencia de extranjeros portadores de VIH, la
niña y usted serán extraditadas en menos de 48 horas.
Mamá se levanta de la silla rápidamente y me pega a ella, siento como el pánico sube por sus piernas, aún así no deja que el miedo la venza.
-Oficial, la medicina es mía, no veo razón por la cual mi hija no pueda quedarse con su padre, su abuela era el mundo para ella, cuidó de mi bebé desde el momento en que la vio, ellas dos tuvieron una conexión que nunca pude entender, por favor, se lo imploro, no le quite la oportunidad de despedirse a mi hija.
Es la primera vez que Mamá habla de mi Abu desde que se fue al cielo, creo que temía no poder parar de llorar, pero las lágrimas ya caen por su cara.
-Señora no hay nada que
pueda hacer, ese es el protocolo, si me discul…
De repente un segundo oficial entra por el lado derecho, camina con urgencia, va directo al hombre y le
entrega un papel gris claro.
-Señor recibimos órdenes de trasladar a la niña a la terminal 3, al parecer su padre contactó
con un funcionario que se encontraba por el aeropuerto.
Mamá me abraza fuertemente.
-Tranquila mi amor, eres una niña muy fuerte, abraza mucho a tu padre por mi - siento deslizarse por mi muñeca el brazalete de
cobre que le regaló mí Abu por su aniversario. -Te prometo que en menos de una semana estaremos
preparando panqueques con mantequilla en casa.
Los hombres me alejan de ella, me llevan por un pasillo lleno de luces y letreros con símbolos extraños, quiero vomitar. Al llegar a la puerta de la terminal, veo a Papá y mi Tía Ana, sus ojos parecen cansados, tristes, al ver mi gorra rosa se ponen de rodillas y me rodean con sus brazos, ya no aguanto más, no puedo parar llorar; me sostienen fuerte desde la acera, entramos juntos a la camioneta y al secarme las lágrimas Papá me susurra al oído.
-No te preocupes, iremos
por tus medicinas después del funeral.